domingo, 2 de julio de 2017

El bache

Por un instante es como si se detuviera el tiempo, como si se ralentizara hasta congelarse y tardara unos momentos en percatarse del descuido de su obligación perenne, pasar inexorablemente.

Se crea un vacío con forma de vértigo en el estómago de los tripulantes como resultado de la recién descubierta ingravidez: están en ese preciso instante en caída libre y no hay suelo que sostenga sus pasos ni gobierno que pueda alterar su ya predestinado rumbo.

Vuelan sin alas, caminan sin tocar el suelo que, aún responsable de su peripecia,
les aguarda ajeno. Y a mayor velocidad, más dura la caída.

Si sobreviene inadvertido es como si se te escapara la vida misma, como si el alma abandonara por un instante el cuerpo y, la mente, más despierta que nunca, con un ruido blanco de fondo aguarda agazapada a que las aguas de la realidad vuelvan a su acostumbrado cauce. Y a veces así sucede. Otras, no.

Yo soy el bache.

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